Por: Jaime Iván Cortés Sandoval
Francia cumple, Alemania pierde. En un partido dominado por los
teutones, fueron los galos quienes se llevan el pase a la final. Un
doblete de Griezmann definió el encuentro. La final quedó armada.
El futbol sólo acepta goles como moneda de cambio. Lección de vida e
injusticia al mismo tiempo. Alemania fue quien dominó el partido, poco
importó que la primera sensación en el transcurso del duelo fuera la
rebeldía de los franceses, tampoco la localía de su rival, mucho menos
el desgaste generado por el alargue de la batalla que sostuvieron en
contra de italianos. Lo que sí importó fue la ausencia de gol, la baja
de juego de Müller, faltó la llave de Mario Gómez.
El balón entendió sus colores y jugó del lado alemán. Los blues
lucían sin estructura, el miedo se transformaba en amontonamiento, el
amontonamiento en un buffet para la escuadra que mejor trato le dio al
balón durante toda la justa europea. Todo parecía servido para una
victoria alemana, sin embargo buen futbol, eficiencia nunca han sido
sinónimos.
Teutones maquilaban futbol, franceses aprovechaban los contragolpes. Giroud tuvo la anotación en sus botines cuando quedó sólo frente a la portería germana y campo abierto. La ventana se cerró por la lentitud para definir, antes de que la redonda saliera disparada, una barrida salvadora de Höwedes eliminó cualquier pretensión blue.
Antes de que el telón del entretiempo cayera, un error del histórico
Bastian hizo que su sobrio juego se perdiera en la memoria de la pasión y
se colocó la etiqueta de villano. Una mano inocente, infantil, le dio
la contraseña del marco de Neuer al siete galo, quien supo responder de
buena manera. Engañó, cobró, batió, celebró.
Francia 1-0 Justicia.
El complemento no cambió la trama. Los alemanes siguieron bajo el
mismo engranaje, mientras tanto los galos se sacudieron algo de temor y
siguieron jugando a la contra. Al minuto 71, un error en la salida
germana se transformó en el segundo gol de Griezmann.
Alemania continuó sin filo, los locales se transformaron en un frontón. El arbitró silbó, la justicia no apareció y el futbol nos recordó que es ciego, pero eso lo vuelve perfecto.
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