lunes, 13 de junio de 2016

La familia rebelde: The Casualites en Carpa Astros










Por Oscar Castillo 
Ph Adrián Muñoz

<< Ni oficial armado, ni una valla de seguridad lograrán reprimir la naturaleza de todos aquellos individuos que decidieron vivir el Punk como su arteria principal. Para todos ellos, dedicamos el pasado domingo. >> 

Don Javier vendía, como cada domingo, la misma cantidad de tortas. No era un domingo especial; lo único diferente a sus fines de semana era la presencia de unos “rebeldes” con puntas levantadas y chalecos parchados frente a su local. El transporte público no se abarrotaba, el metro en la estación Villa de Cortés no sintió peso alguno de aglomeración. Todo cursaba normal en la calzada de Tlalpan. Frente a la Carpa Astros, tres unidades de Seguridad Pública protegían la entrada, como si fuese a presentarse un convoy terrorista. 

En cada esquina se encontraban cuatro policías y siete punks. A la vuelta del foro, un grupo de rebeldes fueron tratados como delincuentes al pasar de los peatones. Los conductores que avanzaban en sus autos sobre la calzada, miraban con sorpresa a las chicas de cabellos levantados y cabezas rapadas. Todo era novedad, descuido y ridiculez aquella tarde fuera de la Carpa Astros. Las personas comunes y consumistas no lo sabían. Los presentes ansiábamos comenzará el desmadre. Un gran símbolo del punk neoyorquino llegaría a la Ciudad de México: The Casualites

En cuanto el oficial Rodriguez, parado sin sentido con una casco granadero miró si reloj, eran las 17:00 horas y la música estaba por arrancar. A//Toxico abrió la esencia de la rama más añeja de la música callejera. Una tarde sin frio, sin lluvia, sin temor. Casquillos viejos, crestas filosas, prendas dañadas y gestos que imponen estaban ingresando, uno tras otro, preparados para gozar lo que muchos no disfrutan. Excluded y posteriormente Acidez se explayaron tocando sin pausas ni descuidos. Un slam sano y satisfecho. 



La guardia que establecieron elementos disfrazados de granaderos, reforzaban la entrada del recinto evitando, arduamente, el ingreso ilegal de todos los colegas esperanzados en entrar, para seguir destruyendo por dentro. Varios fueron los intentos por pasar; botellas y botellas volaban de adentro hacia afuera. Los elementos que resguardan el orden y seguridad al interior corrían de una puerta a otra para evitar que los “vagos” entraran sin autorización. Por dentro, la masa apoyaba a los foráneos. De fondo, The Casualites comenzaba a hacerse presente con el famoso coro del atormentador “Chaos sound”. “Para mi México siempre estará en mi corazón”, anunció Jorge Herrera al saltar al escenario. Rick, Jake, Meggers regalaron a todos nosotros el entonamiento de canciones que marcan nuestra historia: “One city streets”, “My blood. Mi life. Always Forward”
 
No ha habido guitarra que detenga la fuerza de Jake; atropellando con sus rasgues al son de las botas pioneras y una cresta delineada, la banda encendió fuego en el pavimento de la Carpa. 



“Era 1990 cuando comenzamos en las calles de Nueva York, ahí conocimos personas de todas partes de América Latina. Trabajamos y por la noche bebíamos cervezas deseando fuéramos todos punks” platicó Jorge antes de interpretar “Punk: Música del pueblo”. Los temas, uno tras otro, elevaban el nivel del bailar. “R.A.M.O.N.E.S”, “Punk rock love”, “Criminal class”

“Aquel que dice tocar ‘punk-rock’ ¡miente! Eso no existe”, declaró Herrera incitando al desorden dentro de los espectadores; agitándolos de derecha a izquierda, revotando el sonido y motivando a no detener el slam. “¡Hagamos círculos como guerreros! Si alguno cae, lo levantamos como familia que somos” decretaba Jorge. 



Un momento de silencio llegó. Como coro de una iglesia rebelde, los presentes entonaban la canción más representativa de la banda: “We are all we have”. The Casualites conmovió a los asistentes dando con ella, el cierre de su presentación: “Gracias cabrones”, concluyó el vocal. 

Fue así como se cerró un domingo libremente gozoso, con un desaloje por la Salida de Emergencia custodiado por elementos policiacos que espantaban a todo cliente de las bellezas que laboran en cada esquina de la calzada. No importaba la “opresión” que los policías suelen colocar ante aquellos que no parecemos “normales”, todos los que atan sus botas de punk saben que valía la pena soportar; nada nos detuvo, ni siquiera las estaciones cercanas cerradas por la “mala imagen” que brindamos. No importa. Nunca importa nada cuando la música de la calle te respalda.

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