Por: Oscar Pérez
En 1931, el Comité Olímpico Internacional escogió a Berlín como sede
de las Olimpíadas de Verano de 1936. Esto significó el regreso de
Alemania a la comunidad internacional tras su aislamiento después de la
derrota de la Primera Guerra Mundial.
Dos años después, Adolf
Hitler, líder del partido nazi, asumió el cargo de canciller de Alemania
y rápidamente transformó la frágil democracia del país en una dictadura
unipartidista que persiguió a judíos, y a todos los oponentes
políticos.
La pretensión nazi de controlar todos los aspectos de la vida
alemana también abarcó los deportes. Las imágenes del deporte alemán de
la década de 1930 sirvieron para promover el mito de la superioridad y
el poderío físico de la raza “aria”. En esculturas y otras formas de
expresión, los artistas alemanes idealizaron el tono muscular firme y la
fortaleza heroica de los atletas, además de acentuar las facciones
arias. Dichas imágenes también reflejaban la importancia que el régimen
nazi le daba a la aptitud física, un requisito esencial para el servicio
militar.
En agosto de 1936, el régimen nazi intentó
camuflar sus violentas políticas racistas mientras auspiciaba las
Olimpíadas de Verano. Se retiraron temporalmente la mayoría de los
letreros antisemitas y los periódicos moderaron su dura retórica. De
esta manera, el régimen aprovechó los Juegos Olímpicos para presentar a
los espectadores y periodistas extranjeros una falsa imagen de una
Alemania pacífica y tolerante.
Alemania promovía
hábilmente las Olimpíadas mediante coloridos pósteres y anuncios a doble
página. Las imágenes de los atletas relacionaban a la Alemania nazi con
la antigua Grecia. Dichas representaciones simbolizaban el mito racial
nazi que sostenía que la civilización germana era la legítima heredera
de una cultura "aria" de la antigüedad clásica.
Los
nazis realizaron preparativos elaborados para las Olimpíadas de Verano
del 1 al 16 de agosto. Se construyó un enorme complejo deportivo y
banderas olímpicas y esvásticas adornaban los monumentos y las casas de
una festiva y concurrida Berlín. La mayoría de los turistas ignoraba que
el régimen nazi había retirado temporalmente los letreros antisemitas,
ni sabían de una redada policial de romaníes en Berlín ordenada por el
Ministro del Interior alemán. El 16 de julio de 1936, unos 800 romaníes
que vivían en Berlín y sus alrededores fueron arrestados y recluidos
bajo guardia policial en un campo especial en el
suburbio
berlinés de Marzahn.
Las autoridades nazis también ordenaron que los
visitantes extranjeros no debieran estar sujetos a las penas judiciales
de las leyes alemanas contra la homosexualidad.
Las
Olimpíadas de 1936 fueron las primeras en realizar el recorrido de la
antorcha. Cada uno de los 3.422 corredores encargados de portar la
antorcha corrió un kilómetro (0,6 millas) a lo largo del recorrido de
relevos desde la sede de las antiguas Olimpíadas en Olimpia, Grecia,
hasta Berlín. El ex-atleta olímpico alemán Carl Diem modeló el relevo de
acuerdo con el que se había corrido en Atenas en 80 A.C. Se adecuaba
perfectamente a los propagandistas nazis, que usaban desfiles y marchas
con antorchas encendidas para atraer a los alemanes, especialmente a los
jóvenes, al movimiento nazi. La antorcha fue realizada en 1936 por
Krupp, una compañía alemana reconocida por su producción de acero y
armamentos.
El 1 de agosto de 1936, Hitler inauguró las
11° edición de las Olimpíadas. Las fanfarrias dirigidas por el famoso
compositor Richard Strauss anunciaron la llegada del dictador a la
multitud en su gran mayoría alemana. Cientos de atletas en uniformes de
gala de debut marcharon hacia el estadio, equipo por equipo, en orden
alfabético. Dando inicio a un nuevo ritual olímpico, un corredor
solitario llegó portando una antorcha que, de relevo en relevo, inició
su recorrido en la sede de las antiguas Olimpíadas de Olimpia, en
Grecia.
La hospitalidad y capacidad organizativa alemanas
se llevaron todos los elogios de los visitantes. La mayoría de las
fuentes de información se hicieron eco de un artículo publicado por el
New York Times que señalaba que las Olimpíadas habían devuelto a
Alemania a "la comunidad mundial" y le habían restituido su "humanidad".
Otros tenían la esperanza de que este pacífico intervalo perdurara.
Sólo unos pocos periodistas, entre ellos William Shirer, pensaban que el
brillo alemán era una mera fachada que ocultaba un régimen racista y
opresivamente violento.
Dos días después de finalizadas las Olimpíadas, se reanudó la persecución de los judíos.
Alemania
invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. A tan sólo tres años de las
Olimpíadas, el "hospitalario" y "pacífico" anfitrión de los Juegos
Olímpicos desató la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que causó una
destrucción incalculable.
0 comentarios:
Publicar un comentario