Por Jaime Iván Cortés
Atascada entre basura e inoperancia del sistema de transporte
colectivo por huelgas laborales, cubierta por la neblina que supone el
terrorismo y tras vivir bajo el agua por el aumento del río Sena, Paris
inauguró la justa de futbol más importante a nivel de selecciones en el
viejo continente.
El Stade de France fue el punto focal del futbol mundial; Francia
contra Rumania. Tras una corta (y quizá desgarbada) ceremonia de
inauguración, franceses y rumanos se enfrascaron en un partido gris, con
más empuje que buen futbol.
Apenas iniciando el partido, la escuadra Bleu ya sufría la rebeldía
de sus rivales, cuando el cancerbero Lloris tapó de manera casi
accidental el gol de Pintilli tras un cobro de esquina. A pesar de que
los galos se encontraban maniatados por la actitud rumana, al minuto 13
Griezmann tuvo la oportunidad de adelantar a su equipo en el marcador,
sin embargo, no conectó de manera correcta un balón que Pogba le mandó
sólo para que lo empujara. Para la fortuna del siete francés, tras una
carambola se encontró con una nueva oportunidad, pero estrelló la
esperanza de todo el equipo en la meta defendida por Tatarusanu.
Al minuto 36, el jugador del Atletico de Madrid se encontró de nuevo
frente al marco, pero su remate alcanza a ser rozado por Sapunaru, lo
suficiente para mandar el tiro por un costado de la portería. El juego
fue una analogía del caos que vive la ciudad en la que se desarrolló.
Una cortina que nubla la vista sobre el desarrollo del partido.
A pesar de los intentos de la escuadra Blue, los rumanos les cortaron
la respiración. Los dacios llevaron el juego a su conveniencia. Una
actitud aguerrida y un sistema táctico bastante eficiente en defensa
obligaron a los dirigidos por Didier Deschamps a ahogarse con el balón.
Todos los intentos locales se veían frustrados por acciones rumanas;
no importa que fuera ataque aéreo, jugadas a balón parado o destellos
individuales, la selección de jersey amarillo tuvo lo necesario para
descomponer el juego del anfitrión durante todo el primer tiempo. La
segunda mitad del partido inició con la batuta del visitante. Apenas dos
minutos después del inicio de la compensación Stancu recibió solo un
balón en el área francesa, bajó con el pecho, pero mandó su remate por
un costado de la guarida de Lloris.
A partir del susto, los galos presentaron un mejor futbol en la
alfombra de París. Los intentos rindieron frutos al minuto 57, cuando a
centro de Payet, Giroud choca con el cancerbero Tatarusanu lo suficiente
para hacer que el balón pase entre sus manos y así poder explotar las
gargantas de todo el estadio.
A pesar de los reclamos rumanos, la falta sobre su guardameta no se
concretó y el marcador se cargó hacia la escuadra del país anfitrión. No
habían pasado más de cinco minutos cuando Evra se convirtió en un
amateur y de manera infantil cometió una falta dentro del área. Stancu
transformaría el regalo en gol, empatando el encuentro con un tiro
flojo, pero en sentido opuesto a la decisión del cancerbero francés.
El encuentro lucía como un crucigrama para ambas selecciones. Para
resolverlo tuvo que aparecer el mejor jugador del encuentro. Al minuto
ochenta y ocho, el ocho blue tomo la redonda desde fuera del área y con
un potente disparo que se coló por la escuadra de la meta rumana definió
el rumbo del partido.
Palmas para Dimitri Payet, quien logró
maquillar con su juego el mal desempeño de toda la selección anfitriona, que hasta antes de la inauguración se presentaba como un
sólido candidato al título. Habrá que esperar.
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