Por Raúl Soriano
Nerve:
Un juego sin reglas, sitúa al espectador las
posibilidades, amenazas y también renuncias personales que se presentan cada
vez que miramos compulsivamente la pantalla del móvil, o en este caso, también
del ordenador.
Nerve: Un juego sin reglas (Henry Joost y Ariel Schulman) es
un nuevo intento de devolver a las aventuras adolescentes la gloria perdida
después del final de sagas tan representativas como ‘Los Juegos del Hambre‘, el
desastre que ha supuesto ‘Divergente‘ o producciones como ‘La Quinta Ola’.
Nerve aplica a su propia y
convierte la adaptación del libro de Jeanne Ryan en una de las mejores y películas basadas en best-seller.
Nerve es un juego online en el que los jugadores realizan
atrevidas pruebas con recompensa económica si se superan. Los retos son
propuestos por los observadores, jugadores no activos que se dedican a
presenciar en directo a través de internet los movimientos de los participantes;
unos retos que van subiendo su nivel de dificultad a medida que van siendo
superados.
El protagonismo de la cinta recae en Vee, una chica tímida e
insegura que vive a la sombra de sus atrevidas amigas y que no es capaz de
declararse al chico que le gusta. Pra demostrar lo contrario, decide apuntarse a Nerve:
Un juego sin reglas para comenzar de inmediato las peligrosas pruebas. La joven por supuesto no va
a emprender el camino en solitario y pronto será acompañada por el enigmático
Ian (Dave Franco).
Sin la ambición comercial de Los Juegos del Hambre o
Divergente y sin la melosidad insistente de Crepúsculo, la película de Ariel
Schulman y Henry Joost se presenta como un modesto pero refrescante thriller
que reflexiona, a la vez que utiliza, los usos y costumbres que nos ofrece esta
nueva ventana tecnológica, en especial a los jóvenes millenials nacidos en un
mundo donde las redes sociales, las apps y los vídeos virales ejercen el total
y absoluto protagonismo. Y en el que las concesiones a ese público objetivo no
se sienten como un insulto a la inteligencia del resto sino, solo en el peor de
los casos, un tolerable peaje dentro de un filme entretenido y muy bien rodado.
Lo hace, además, sin satanizar ni convertir en idiotas a sus jóvenes protagonistas ni a su tecnología, sirviéndose del incipiente carisma de su protagonista, una notable Emma Roberts, y sin tampoco extraer la diversión en beneficio de la moralina fácil. En Nerve el viaje iniciático de Vee y su enamoramiento se nos sirve con honestidad, y salvo los últimos giros del filme (apresurados, tontos y sin duda un tanto conformistas) éste resiste con integridad la comparación con películas mayores y más ambiciosas.
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